Roque Grández es un misionero riojano, nacido en Alfaro. Pertenece a la Orden Capuchina y actualmente evangeliza en Ecuador, concretamente en la Prefectura Apostólica de Aguarico. Nosotros le conocimos como Capellán de emigrantes en Alemania. Hizo allí una hermosa labor. Y poco después la obediencia lo situaba en su actual puesto de Misión. Una carta directa a su familia narra la muerte de Monseñor Alejandro Labaka, primer Vicario Apostólico de Aguarico y de la Hna. Inés Arango.

Por la fuerza e inmediatez del testimonio lo ofrecemos con gusto a nuestros lectores en estas vísperas del DOMUND 87.
Coca, 31 de julio de 1987

Mi querida madre:
Son las 6:15 de la mañana. Hace 10 días, el 21, a esta misma hora estaba llevando a Monseñor Alejandro Labaka y a la Madre Inés al campamento base de una compañía petrolera, a 50 km. de Coca, para marchar con Monseñor e Inés hacia la tribu de los Tagaeri. Llevaba la ilusión de acompañarle hasta el lugar, de estar con ellos hasta el último momento. Después no pudo realizarse.

UN ENCUENTRO SOÑADO

Estaba muy contento de haber llegado el momento en que por primera vez se iba a tomar contacto con este pueblo de la selva, con el que todavía no ha hablado nadie, que en 1977 había matado a tres trabajadores y cuyo último ataque a una embarcación fue el 28 de diciembre de 1984. Teníamos en la mente los recuerdos del primer encuentro realizado por Alejandro con el grupo Auca, del que tan amigos somos y del que Monseñor llegó a ser como un miembro más de la familia. Estábamos muy confiados de que todo iba a marchar muy bien, pues además se sabía su lengua - la conocían Tanto Monseñor como la Madre Inés - y así un par de días antes le solicité poder acompañarle y bajar con ellos. Me dijo que no hacía falta, pues ya iban dos.

Esperé en el campamento base hasta que el piloto y los acompañantes volvieran de dejarlos. Vinieron como a las tres horas. Nos comentaron que habían dejado los objetos, dieron una vuelta y bajaron a Monseñor e Inés. Que los indios al ver la echada de los objetos salieron de la choza y se dirigieron a ellos sin lanzas, pero que al bajar a Monseñor e Inés se replegaron a la selva u se escondieron (Pensamos que es normal).,

El helicóptero se marchó y volvió a los 5 minutos. todavía Monseñor e Inés estaban casi en el mismo lugar y gritaban con las manos puestas en la boca como en un embudo. Pensamos lo que gritaban: "Estamos aquí, hemos venido, somos amigos"... Los indios todavía no se acercaban. El helicóptero se marchó definitivamente a esperar a
una base dentro de la selva. Después de media hora volvió, pero se perdió, no pudieron encontrar la casa.. Se despistó con otro río y ya no dio con el lugar. (Todos los comprendemos pues es muy difícil encontrar en la selva una casa).

LA TRAGEDIA

Quedamos que al día siguiente y no esa misma tarde iríamos de mañanita a visitar a Monseñor e Inés. A las 6 de la mañana salía de la casa y para las 7:30 ya estaba en la base. Poco antes de las 8 salimos con la ilusión de verlos entre los indios. Se trataba de media hora de vuelo. Llegamos, pero que angustia corrió por nosotros cuando encontramos el lugar vacío, sin alma. No vi a nadie. Pero a la segunda vuelta divisé el cuerpo de Monseñor, desnudo, tendido sobre el suelo y clavado con lanzas. Nos miramos los que íbamos (piloto, jefe de la empresa, otro más y yo) y comenzamos a regresar. Descendimos al campamento base, desde allí se avisó a los Jefes de la
Empresa en Quito y yo les pedí que me llevasen a Coca en helicóptero. Me llevaron y todos comprendieron al llegar que algo había pasado.

Como a las 3 horas salimos en un helicóptero muy grande, acompañado de otros dos, al rescate de los cuerpos. Iban 18 soldados armados, el P. José Miguel y un servidor. José Miguel, más valiente que yo, salió del helicóptero para quitar la lanza de los cuerpos y rescatarlos, yo me quedé en el helicóptero observando y ayudando en la subida. El rescate fue muy difícil. Los cuerpos habían quedado al lado de la casa y esta se derrumbó al acercarse el helicóptero. Volvimos a Coca con los cuerpos. Eran como las 3:30 de la tarde. Como a las 8,20 de la mañana los habíamos encontrado muertos. Una cantidad inmensa de gente nos estaba esperando en la misión. Metimos los cuerpos en una sala del seminario donde se tuvo el reconocimiento médico y después de la preparación del cadáver. Cuatro personas (dos médicos y dos enfermeras) estuvieron cosiendo el cuerpo de Monseñor e Inés.

Monseñor tenía 134 agujeros en el cuerpo y el cuerpo de Inés 65. Después de las 9 de la noche los llevaron a la Iglesia que estaba abarrotada de gente, donde tuvimos la santa misa concelebrada por todos nosotros. La presidí y emocionado dirigí unas palabras a la gente. Unos trabajadores ya habían comenzado a cavar la tumba en la
Iglesia junto a las gradas del presbiterio.

LA GLORIA - MUERTE EN LA AMAZONÍA

Al día siguiente llegaron a Coca representantes de la Conferencia Episcopal y algunos capuchinos de la Viceprovincia. Se tuvo un funeral impresionante. El viernes se tuvo el funeral del entierro. Antes del entierro sacamos a Monseñor e Inés en procesión por las calles del pueblo, como el último adiós de este pueblo que le quería y lloraba su muerte como nosotros. Habíamos comenzado a las 11 de la mañana y terminábamos poco antes de la 1 del medio día. A las tres de la tarde colocábamos la losa del sepulcro.

Ya han ido pasando los días, y también nos hemos ido calmando. Hemos tenido que atender mucho a la gente y hablar con los periodistas y las televisiones que han venido. La última, la Televisión Española, que ha estado aquí el martes, miércoles y jueves. Nos ha visitado también el cardenal de Munich. Hoy se marcha.

Y ahora tenemos los cuerpos de Monseñor e Inés en la Iglesia. Todos decíamos que son mártires de amor hacia estos pueblos indígenas de la selva. Y así lo siente también el pueblo que nos lo dice y lo hablan en público.

Roque Grández