HAGASE TU VOLUNTAD, libro de Castro Caycedo.

A partir del relato de Miguel Ángel Cabodevilla, un capuchino que habita la selva amazónica, Germán Castro Caycedo escribe de manera solemne la relación de los capuchinos Alejandro Labaka Ugarte, un obispo español y la madre colombiana Inés Arango con los huaorani, una población indígena que defendía su libertad, su tierra y su cultura de los caníbales; es decir, de los blancos.

Los huaorani, que durante años habían vivido en la selva alta de la Amazonia, empezaron a habitar la margen derecha del río Doroboro, pero pronto se vieron invadidos por los misioneros. También por empresarios caucheros, como Julio César Arana, y por buscadores de oro. El rechazo a la opresión y sus continuas agresiones llevaron a los huao a cambiar la defensa por la embestida, desarrollando así la guerra de guerrillas, porque perder la selva significaba desaparecer.

En 1965, Alejandro Labaka Ugarte fue nombrado superior de la Misión en la Amazonia tropical, en la aldea Nuevo Rocafuerte, ubicada en la población de Coca. Su misión era liberarlos de la esclavitud a que eran sometidos, evitar la extinción de la tribu -que para entonces estaba dividida- y organizarles medios de subsistencia. Después de recorrer varios meses la selva en avioneta, en busca de los huaorani, divisó en un blanco de la espesa selva a las familias de Inihua y de Nampahuoe.

Como símbolo de respeto hacia la cultura de aquel grupo humano desnudo, se despojó de sus ropas para lograr su aceptación y así logró relacionarse con ellos. Inmediatamente organizó un recorrido por el río, junto con otro sacerdote y 13 hombres quichuas. En esa excursión por la floresta lluviosa, atravesando pantanos y colinas, contactó a otros huaorani. Aprendió su idioma, su cultura, su historia y hasta interpretó parte de sus sentimientos. En aquellos confines no ofició misas, ni bautizó a nadie, ni trató de imponer sus costumbres. Simplemente interactuó, sin imponerles nada. Después de dos años de contacto con los huao, Monseñor tomó el riesgo de involucrar misioneras.

La madre Inés Arango y tres religiosas más, se unieron a su labor. Para entonces, el territorio de la misión era infinito; no había núcleos de población sino familias dispersas en la orilla de los ríos. A pesar de las dificultades que ofrecían la selva y su estilo de vida, la madre Arango se integró sin que le exigieran desnudarse. Sin embargo, un descubridor meticuloso y más aplastante que los caucheros hizo su aparición: la estatal petrolera ecuatoriana. A su llegada, no solo instalaron un millar de estaciones, sino que llevaron aeroplanos, una amenaza fatal para los huaorani.

La clandestinidad de sus casas y familias fue descubierta. Destruyeron la naturaleza que era comida, medicina, vivienda y cultura. Su calidad de vida fue alterada y reemplazada por el hambre, la aflicción y la zozobra. Con el apoyo de las Fuerzas Armadas, dueñas de la mitad de las regalías petroleras, la empresa construyó carreteras y oleoductos para comunicar la selva con los Andes. Sin embargo, no calcularon la magnitud de la resistencia huao atacando los campamentos selváticos y en 1976, recurrieron a la mediación de monseñor Labaka, quien propuso visitar los caseríos de los huao periódicamente para llevarles herramientas y artículos del hogar, como mecanismo de integración.

Pero los petroleros no fueron la única amenaza para los huao. La iglesia Evangélica, bajo el dominio de Raquel Saint, una evangelizadora del Instituto Lingüístico de Verano Estadounidense, también hizo presencia. Su propósito era aprender la lengua indígena y obtener información estratégica sobre los guerreros. Para reclutar a los huao aislados por los misioneros católicos, utilizó a la indígena Dayuma, creando un centro de evangelización en el Tihueno, donde concentró algo más de doscientos indígenas. Contrario a la labor de Monseñor, Raquel logró aislarlos de su propia cultura. Los indígenas dependían del Instituto hasta para encontrar el alimento y les crearon necesidades que no podían solucionar por sí mismos. Después vino la explotación: escribieron libros, hicieron videos, llevaron a dos huao a Europa como muestra de conversión y crearon una compañía que ofrecía tours a los extranjeros. Los huao eran un estupendo negocio. Sin embargo, la presencia de males como la polio, considerada por los huao como una maldición no una enfermedad, provocó la fuga de muchas familias.

A comienzos de 1987, la compañía exploradora localizó, al sur de Coca, oriente de Ecuador, un bohío habitado por los Tagaeri, un grupo huao denominado los rebeldes, los únicos que no habían tenido contacto con los caníbales. Ante este hallazgo, monseñor Labaka, quien había defendido las vidas de los Tagaeri ante los petroleros, trató de conseguir del gobierno unos territorios reservados para ellos. Las gestiones resultaron infructuosas y el acercamiento no fue posible. El 21 de julio de 1987, sujetados de una cuerda, monseñor y la hermana Inés descendieron de un helicóptero hasta el bohío Tagaeri. Al día siguiente otro misionero y un representante de los petroleros fueron a buscarlos. Desde el aire, sobrevolando el territorio en la aeronave, descubrieron los cuerpos lanceados de los misioneros católicos. El cadáver de Monseñor estaba acostado sobre un tronco con unas veinte lanzas. La madre Inés se hallaba sentada, ante la puerta de la choza con tres lanzas. ¿Lo que hicieron los Tagaeri fue salvajismo y crueldad o defensa propia y rituales de su cultura frente a la muerte? Lea este relato y comprenderá la razón que los llevó a cometer tal acción.

La misionología de Mons. Alejandro Labaka. Por José Antonio Recalde, OFMCap.

Introducción

La vida de Mons. Alejandro Labaka es heterogénea: vivió en tres continentes: Europa, Asia y América. En sus 67 años de vida conoció realidades eclesiales muy diferentes: preconciliar, conciliar y posconciliar. Dejó muchas cartas escritas, pero pocas estrictamente “misionales”. Lo que sí dejó como testamento de su espiritualidad misionera es un libro, escrito en la misma selva amazónica: CRÓNICA HUAORANI. En este estudio quiero limitarme solamente a este libro, descubriendo en él algunos rasgos de la misionología actual.

“¿Enriquece Alejandro Labaka el arsenal de Misionología de la Iglesia? – se pregunta Rufino Grández en su voluminosa biografía: Vida y martirio del Obispo Alejandro Labaka y de la Hna. Inés Arango. Después de haber leído y meditado Crónica huaorani, puedo asegurar que sí.



Primer rasgo: Missio Dei en vez de Missio Ecclesiae.

Tanto la Iglesia como la misión tienen su origen en la voluntad divina de amar. La esencia de la misión se diferencia esencialmente del trabajo misionero. El sujeto primero que actúa en la misión es Dios.

Tenemos que ascender de la misión como actividad propia de la Iglesia a la misión como proyecto fundamental de Dios. Prioridad de la misión con respecto a la Iglesia. Dios siempre ha estado actuando en el mundo, en la historia de los hombres, ya que su voluntad es que todos los hombres se salven (1Tim 2,4) y siempre el Verbo ha estado en el mundo iluminando a todo hombre (Cfr. Jn 1,9) y siempre el Espíritu Santo ha soplado donde ha querido (Cfr. Jn 3,8). No comienza la misión con la Iglesia; Dios es el origen de la misión; la Iglesia se pone a disposición de la misión. ¡La Iglesia es Misión!

¿Qué implicaciones tiene esta doctrina para la misión concreta?

La acción salvífica de Dios entre los pueblos no evangelizados. Dice el documento del Concilio Vaticano II Gaudium et spes: “Todo esto se aplica no solo a los cristianos sino también a todos los hombres de buena voluntad en cuyos corazons la gracia actúa de manera invisible. Ya que Cristo murió por todos; y todos de hecho son llamados a un mismo destino, que es divino, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que , de forma de Dios conocida, se asocien al misterio pascual” (GetS.22)

¿Dónde aparece este rasgo misionológico en Alejandro?

En Crónica Huaorani, p. 108, Alejandro hace esta reflexión: “Nos preguntan: ¿Para qué van a los aucas? ¿Acaso podrán predicarles? ¿Qué pretenden? Sencillamente: queremos visitarles como hermanos. Es un signo de amor con un respeto profundo hacia su situación cultural y religiosa. Queremos convivir amistosamente con ellos, procurando descubrir con ellos las semillas del Verbo, insertadas en su cultura y en sus costumbres. Nada podemos decirles ni pretendemos. Sólo queremos vivir un capítulo de la vida huaorani, bajo la mirada de un Ser creador que nos ha hecho hermanos”.

“De todos modos, Mampahuoe y Omare están muy dentro de nuestros recuerdos. Me hago más bien la ilusión de que son los últimos profetas de un pueblo libre del Antiguo Testamento, esperando entonar el “Nunc dimittis” de la liberación de su pueblo por Cristo” (Crónica huaorani, p. 152)

Alejandro, desde el Concilio Vaticano II en el que participó, ha reflexionado mucho sobre el tema “Semillas del Verbo”, sembradas en otras culturas y religiones diferentes de la cristiana. Dios trabaja en los seres humanos y los pueblos antes de que la Iglesia llegue a ellos. A donde llega el misionero, Dios le ha precedido. El beato Juan Pablo II dijo en uno de sus viajes a América Latina: “Antes que llegasen los misioneros a estas tierras, ya Dios abrazaba con su amor infinito a los Amerindios”.

Como Alejandro tenía presentes estas verdades, ejercitó un estilo misionero humilde, respetuoso y acogedor. Nada impuso, todo lo ofreció. Descubrió los valores de sus cantos, narraciones, tradiciones, su fe en Huinuni: El Ser supremo para ellos.



Segundo rasgo: La misión, vida de la Iglesia, servidora del Reino.

No tenemos que identificar Iglesia-Reino. Estaríamos todavía en un concepto eclesiocéntrico de misión. La encíclica Redemptoris missio (1990) ha introducido la clara distinción entre Iglesia y Reino. El cap. II de esta encíclica está todo él dedicado al tema Reino de Dios. En él se afirma: “La realidad incipiente del Reino puede hallarse también fuera de los confines de la Iglesia, en la humanidad entera, siempre que ésta viva los “valores evangélicos” y esté abierta a las acciones del Espíritu Santo que sopla donde y como quiere”.

Esta afirmación hace pensar en una noción de misión que trasciende la actividad propia de la Iglesia, para referirse a toda acción misteriosa de Dios, Salvador en la entera historia de la humanidad. No hay que identificar el Reino de Dios con la Iglesia.

La presencia del Reino de Dios no es otra realidad más que la presencia universal del misterio de salvación que Dios ofrece a todos los hombres, que culmina obviamente en Cristo, pero que ya es activo por obra del Espíritu Santo en la entera humanidad: en él participan ya los hombres de todos los tiempos. En los paganos, en sus tradiciones religiosas, hay valores positivos, que pueden y deben ser considerados como preparación, como apertura al anuncio del Evangelio. La Iglesia no es el Reino, está al servicio del Reino.

¿Dónde aparece este rasgo misionológico en Alejandro?

Escribe en Crónica Huaorani: “Creo que, antes de cargarles de crucifijos, medallas y objetos externos religiosos, debemos recibir de ellos las semillas del Verbo, ocultas en su vida real y en su cultura, donde vive el Dios desconocido” (Crónica Huaorani, p. 108)

Y en otra página: “El profundo silencio de la noche estrellada fue interrumpido de pronto por la sonora voz de Inihua… era como rescatar un salmo del antiguo testamento del pueblo Huaorani”. (Crónica, p. 166)

Vemos la profunda convicción que tenía Alejandro de que en La cultura huaorani latía la acción de Dios.



Tercer rasgo: El valor salvífico de las otras religiones.

Este es un tema central de la actual misionología.

El Concilio Vaticano II nos dio el documento Nostra aetateSobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Este documento fue firmado por Mons. Alejandro Labaka que se encontraba en Roma, participando del Concilio Vaticano II en calidad de Prefecto apostólico de Aguarico, del 18 de noviembre al 7 de diciembre de 1965. Y él se llevó en el corazón y en la mente la doctrina conciliar sobre el diálogo interreligioso.

“Todos los pueblos forman una sola comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios ha hecho habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra, y tienen también un único fin último que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designio de salvación se extiende a todos”. (Nostra aetate, 1)

Las tradiciones religiosas no-cristianas representan, en relación al cristianismo, un como Antiguo Testamento, con la diferencia de que éste ha sido suscitado por una abierta y directa intervención de Dios, mientras que no podemos decir esto mismo de otras religiones. Antiguo testamento y tradiciones religiosas no-cristianas son vistas como “praeparatio evangelica”, y en el uno y en las otras, Dios actúa salvíficamente.

¿Dónde aparece este rasgo misionológico en Alejandro?

Escribe en Crónica huaorani: “Descubrir con ellos las semillas del Verbo, escondidas en su cultura y en su vida; y por las que Dios ha demostrado su infinito amor al pueblo huaorani, dándole una oportunidad de salvación en Cristo”. (Crónica huaorani, p.104)



Cuarto rasgo: Las semillas del Verbo.

¿Cuándo comenzó Mons. Alejandro a escuchar estas palabras y a reflexionar sobre ellas? Fue en el Concilio Vaticano II, al escuchar este párrafo del documento Ad gentes:

“Para que los mismos fieles puedan dar fructuosamente este testimonio de Cristo, deben reunirse con aquellos hombres por el aprecio y el amor, reconocerse como miembros del grupo humano en que viven, y participar en la vida cultural y social por las diversas relaciones y negocios de la vida humana; familiarizarse con sus tradiciones nacionales y religiosas, descubrir gozosa y respetuosamente las semillas del Verbo, latentes en ellas; pero, al mismo tiempo, deben estar atentos a la profunda transformación que se produce entre las gentes y trabajar para que los hombres de nuestro tiempo, entregados demasiado a la técnica y a la tecnología del mundo moderno, no se alejen de las cosas divinas, sino que, por el contrario, despierten a un deseo más vehemente de la verdad y del amor revelado por Dios”. (Ad gentes, n.11)

Tan hondamente quedó grabada esta doctrina de las semillas del Verbo en el ánimo de Mons. Alejandro, que escogió estas palabras para lema de su escudo episcopal.



Quinto rasgo: Encarnación en la cultura.

Un rasgo muy acentuado en la misionología y en la práctica misionera de Alejandro es su inserción en la cultura huaorani.

Leamos los siguientes textos de Crónica huaorani:

“Esta vez traigo una inquietud: ver cómo puedo hacer para integrarme en la familia huaorani”.

“Me parece que lo ideal sería integrarme en una familia huao. Pero, ¿cómo? Dos requisitos serían fundamentales: ser útil en algo material y ser aceptado por ellos. Mis servicios de leñador y aguatero”.

Compartiendo el calor corporal:”Y llegué a pensar que es hermoso compartir incluso el calor del cuerpo con el pobre”.

“La vida misionera no es solo adaptación; es, sobre todo, comunión de vida, de costumbres, de cultura, de intereses comunes”.



Sexto rasgo: Una misión de actitudes inéditas.

Alejandro Labaka ya llevaba 10 años en contacto con la minoría étnica Huaorani al momento de recibir la ordenación episcopal. Ese día, en su homilía pronunció las siguientes palabras:

“Esta nuestra Iglesia, nacida de la confluencia de varias nacionalidades indígenas de diversas lenguas y culturas, está llamada a descubrir las semillas del Verbo, no asumidas todavía por ella. Los grupos humanos primitivos como son los Huaorani, Sionas, Secoyas, Cofanes, Quichuas, Shuaras, han tenido “maneras propias de vivir su relación con Dios y su mundo”. Su encuentro con Cristo se hace en situaciones inéditas, ofreciendo, por tanto, maneras y actitudes inéditas de vivir el Evangelio como salvación universal”.

Realmente a Alejandro le tocó vivir situaciones inéditas. Especialmente los 22 años que pasó en la Amazonia ecuatoriana como misionero de las minorías étnicas y muy especialmente cuando convivió con los Huaoranis. Situémonos geográficamente en la Amazonía, a la rivera derecha del río Napo. Desde tiempos ancestrales viven ahí pueblos que no han tenido ningún contacto con la “civilización” (llamémosla así desde nuestra ladera). Y entra un misionero a convivir con ellos. ¿Qué hace? Él entró desnudo, desarmado, llevando amistad, amor, aceptación. Y sabía bien a lo que iba, lo dejó escrito en Crónica Huaorani: “Hoy, lo que trabajen por las minorías tienen que tener vocación de mártires”. (Crónica huaorani, 198)


Sétimo rasgo: Rasgos de una nueva idea de misión.

Desde criterios evangélicos. Sin duda que en Alejandro se dio una conversión “pastoral”. En sus años de China se enfrentó a un mundo desconocido y participó del concepto de misión de los años 40 del siglo XX. Llegado a Quito en 1954, vivió una pastoral tradicional de religiosidad popular, enfrentada a un ambiente donde tenía fuerza una emisora evangélica con características proselitistas. Destruyó Biblias “protestantes”. Ahora entra en una cultura ancestral, no “contaminada” por la civilización. Entra con el Evangelio en la mete y eran el corazón. Vive la bienaventuranza de los pobres; vive el despojo material, dando su vestido, dejándose despojar de todo.

Una misión de paciencia y de integración. No todo era idílico en los contactos con los Huaorani: estaban de por medio intereses crematísticos en las petroleras, que veían de forma muy distinta el contacto con los Huaoranis. Estaba la relación con el ILV: Instituto Lingüístico de verano, organización misionera evangélica de USA. Y Alejandro, hombre cortés y diplomático por opción y talante personal, tuvo que contar con estas mediaciones.

Una misión desde los derechos del pobre. Leyendo las cartas perdónales y oficiales y la Crónica huaorani, llama la atención el respeto y sensibilidad que tuvo Alejandro con el tema de los DDHH. Escribe en Crónica huaorani: “Por otra parte, la labor conjunta de las Compañías petroleras, Instituciones de Gobierno y Misiones Religiosas puede obtener la integración de esta interesante minoría amazónicas, sin menoscabo de sus derechos humanos”. (Crónica huaorani,p.24)

La misión desde la cultura del hombre desnudo.

Una misión de la no-violencia.



Octavo rasgo: El corazón misionero de Alejandro.

Y después de pergeñar algunos rasgos de la personalidad misionera de Alejandro, quisiera centrar todo en su corazón misionero. Ese corazón que fue atravesado por una lanza tagaeri el 21 de julio del año 1987. Corazón traspasado como el de Jesús. Un corazón que, desde niño, latió a impulsos del ideal misionero. A sus 12 años ingresa en un seminario donde se respiraba ambiente misionero, alentado por entusiastas cartas que llegaban de China, escritas por capuchinos. Y hasta en los cantos se vivía el entusiasmo misionero:

“Grande ideal, amores sobrehumanos . me llaman hoy allende, allende el mar.

Las voces oigo de otros mis hermanos – que el corazón me quieren alentar.

Ya voy, ya voy a la misión querida – ya voy, ya voy tus hijos a salvar.

Que de mi patria es corta la medida – y al mundo entero intento yo abrasar.

Hasta los 25 años vivirá progresivamente el descubrimiento y cultivo del ideal misionero. Y al recibir la ordenación sacerdotal, inmediatamente escribe a su superior una carta pidiendo ser enviado a China.

Carta al superior: “Ecce ego.mitte me!Mi alegría sería inmensa si el Espíritu Santo se dignase escogerme para extender la Iglesia y salvar las almas en misiones…y sobre todo en países de más dificultad y donde más haya que sufrir”.

Un corazón que late con anhelos de entregar toda su vida a la misión hasta derramar su sangre por la fe.

Textos de martirio

“Mi premio ha de ser, oh Madre – al pie de un árbol morir.

De todos abandonado – de todos menos de ti.

Bendita mil veces –diré al expirar – la hora en que me enviaste la fe a propagar.

Y en China va a permanecer del año 1947 al año 1953. Son 7 años en que el corazón de Alejandro latió a nivel universal. China fue la misión añorada y nunca olvidada. Su mente y su corazón se abrieron a la cultura milenaria de un pueblo que no conocía a Cristo. El impacto de China dura toda la vida.

Y la última etapa de su vida, la más larga, de 1954 a 1987, son 33 años, la va a pasar en Ecuador, patria del corazón. Llega a Ecuador con 34 años, en plenitud de vida y entrega todas sus energías a la labor pastoral en Sierra y Costa del Ecuador. Pero es especialmente donde descubre su verdadera vocación misionera, cuando se contacta con los pueblos ocultos amazónicos. Ciertamente que su corazón ha vibrado a impulsos eclesiales universales en la última etapa del Concilio Vaticano II. Allí se fraguó una nueva idea de misión, las semillas del Verbo, que será su lema del escudo episcopal.

Y de su corazón y de su pluma brotaron las páginas de Crónica huaorani, que es su legado misionero, su ideario, la plasmación de su ideal en páginas llenas de fuego. Las escribió muchas de ellas en la misma selva, en las chozas de los Huaorani.

Corazón que derramó hasta la última gota de su sangre para regar la selva amazónica. Corazón que dejó de latir una tarde del 21 de julio de 1987, pero que sigue siendo el símbolo de una entrega misionera hasta el martirio. Corazón enterrado bajo las losas del pavimento de la catedral de Coca, en aquel mismo lugar donde un 9 de diciembre de 1984 se extendió en el suelo para su consagración episcopal.

Ahí está enterrado para brotar en siembra de ideales misioneros.Corazón universal: misionero de China, misionero de América. Una acción misionera, antítesis de una evangelización impuesta arrasando las culturas. La antítesis de una misión que no respeta a los evangelizados. Ahí está ese corazón que clama por una nueva evangelización de amor, de respeto, de entrega hasta dar la vida.

Labaka, mi obispo desnudo. Xavier Pikaza, teólogo

Las noticias del blog de estos días me han llevado a Mons. Alejandro Labaka, mi obispo desnudo, quizá el personaje de la Iglesia del Siglo XX que más me ha impresionado. Sabía que había muerto alanceado ritualmente por guerreros Tagaerí, junto a la Hermana Inés Arango, el 21 de Julio de 1987, a orillas del río Tigüino, en el Oriente de Ecuador. Sabía además, que había sido por meses y meses obispo desnudo, entre algunas etnias de Aucas, en la zona de Aguarico.

Pero no sabía nada más. Pues bien, el año 1990 (quizá el 1991) tuve que estar por un tiempo en ecuador, por unos cursillo, y una hermana mercedaria me regaló su libro, un libro de pastas verdes (río, selva y Labaka junto a una canoa, si no recuerdo mal). Le di gracias a la hermana… guardé el libro, pensando que sería una cosa beata… Pero en el viaja de vuelta, en el mismo aeropuerto de Quito, tomé el libro… y no dejé de leer hasta que llegué a Madrid. Aquella semblanza de Labaka y de Inés había cambiado en parte mi vida.

Por eso, hoy, después de haber hablado dos días de los carmelitas expulsados de Sucumbíos (la provincia vecina de Aguarico, donde murió Labaka), quiero recordar su figura y la de cientos de misioneros como él, con temblor, con admiración.

Hemos visto estos días en Compostela y Barcelona a casi un ciento de obispos vestidos, en grandes catedrales, como signo de la Iglesia y me parece muy bien, eso es también Iglesia. Pero hoy quiero recordar a Labaka, mi santo desnudo, alanceado junto a su hermana, en la gran catedral de la selva, por querer estar con aquellos con quienes nadie está. Pocas lecciones de evangelio y de eclesiología más fecundas que ésta. Éllos, Alejandro e Inés, y cientos de hermanas misioneras (y de misioneros) han estado y siguen estando entre los últimos del mundo, haciendo que la Iglesia se encarne de verdad, sin ningún afán de dominio o de gloria, en la linea de Francisco de Asís, a quien Alejandro e Inés amaban e imitaban…

En la línea de Alejandro e Inés han querido estar los carmelitas de Sucumbíos, la provincia vecina, al otro lado del mismo río (el Aguarico), en la misma selva del Oriente de Ecuador. También a ellos, misioners “desnudos” de poder, encarnados en la vida, quiero saludar en este post.

Quiero que este post sea comienzo de una reflexión sobre la misión de la Iglesia. Hoy presentaré unos recuerdos y una bibliografía. En días sucesivos seguiré hablando de ellos, de Inés, mi hermana, y de Alejandro, mi obispo.
(En la primera foto el obispo desnudo… En la segunda el obispo aceptado como hermano e hijo en una familia indígena… En las fotos finales los cadáveres).
EL LIBRO SOBRE LABAKA

Me impresionó aquel libro, escrito quizá por el Hno. Capuchino y Antropólogo Cabodevilla, pero no lo sé. El caso es que unos días después de volver de Ecuador salí por unos días con mi madre y mi tío religioso (Antonio) y pasamos unos días en Loyola, donde yo tenía que dar unos ejercicios. Tenía ocupadas las mañanas, con hermanas de la Providencia, y libres las tardes, hasta la misa de la noche. Así volví a leer el libro con mi madre y con mi tío. Unos meses más tarde, ella regaló el libro a una amiga y yo conseguí otros (me lo dieron los capuchinos de Salamanca)…, pero también lo regaló, de manera que ahora no sé ni cómo se titula, aunque puedo ver la portada, las fotos de dentro, los motivos principales, que iré exponiendo. Al final del post irá una breve biografía de Labaka (de Inés Arango sé menos, quizá alguien del blog nos hable de ella).

FUIMOS A BEIZAMA

Una de las tardes fuimos a Beizama, con emoción, para tocar la casa donde Alejandro había nacido, allá en la altura, sobre el pueblo, en Apaizetxea, si mal no recuerdo. Bajamos a la plaza, con la Iglesia, para tocar también la pila donde había sido bautizado. Quise descubrir su religión y su experiencia en el paisaje, la tierra y el monte, la naturaleza.

LABAKA FUE A LA GUERRA

Seguimos leyendo el libro. Alejandro entró de joven en los capuchinos de Altzasu, en Navarra. Y allí le toco la guerra. Con 18 años le mandaron al frente, de la parte nacional, y allí lucho. Le pedí a mi tío, algo mayor (Labaka había nacido el 20, Antonio mi tío el 14). Mi tío nos habló de la locura de la guerra, a la que fueron sin saber que hacían, en la parte nacional, donde les había tocado. Lucharon, arriesgaron la vida, estuvieron cien veces al borde de la muerte. Así también Lakaba, era un hombre curtido en las batallas duras, que parecían a favor de la fe, pero que no lo eran, como confesó melancólicamente mi tío.

QUISO IR Y FUE HASTA CHINA

He encontrado los apuntes que tomé del libro de Labaka, pero sin el título del libro. Tengo casi una página dedicada a su misión en China, ante un continente inmenso. Allí descubrió que la fe es otra cosa, que no se defiende con armas… Descubrió que la fe es gracia y humanidad, que tenemos que aprender a escuchar a los otros. Aprendió a ser cristiano universal, en la China del futuro que empieza a recorrer un camino impresionante de lucha y de vida. Pero de allí le expulsaron tras seis años de misión (1947-1953).
Recuerdo que comenté con mi madre y mi tío (otra tía que venía andaba buscando flores y frutas por las estartas) la aventura del gran paso de minúsculo valle de Beizama a la inmensa China. Labaka llevó en su corazón todo el valle, y se hizo chino con los chinos, y cuando ya se había hecho le expulsaron.

EMPEZÓ DE NUEVO SU VIDA EN ECUADOR,

en el vicariato apostólico de Aguarico, junto a Sucumbíos, organizando la vida de la Provincia Capuchina y de la misión. Allí pasó de los millones y millones de chinos a los pocos miles de aucas y otras etnias de la selva amazónica, y descubrió de nuevo el paso de Dios, y la necesidad de cambiar de estrategia y de guerra. Supo que había hacerse “judío con los judíos, y griego con los griegos”, como dice Pablo… y había que hacerse auca con los aucas. Él, un hombre de Beizama y del mundo, quiso nacer de nuevo, como indígena de la selva amazónica.

En el concilio Vaticano II, unas palabras de Pablo VI

Como Vicario Apostólico (aunque sin estar ordenado de obispo) asistió al Vaticano II y aprendió a ver con los ojos de la Iglesia universal, para entender mejor a su grupos “tribales”, nativos, de la selva. Había que entrar en su mundo, de otra manera. Así escribió al Vaticano una carta pidiendo luz y consejo sobre se deseo “hacerse indígena con los indígenas”, con el peligro que eso implicaba. Los grandes Monseñores y Teólogos del Vaticano le respondieron con citas de teólogos antiguos, sin decirle nada claro. ¿Cómo van a entender hombres bien asentados en sus sedes lo que es vivir si casa, ni ropa, ni sede en la selva? Pero Pablo VI le miró a los ojos y le dijo: ¡Alejandro, adelante, no tenga Usted miedo!

INDÍGENA CON LOS INDÍGENAS, OBISPO DESNUDO

Y así comenzó la aventura más grande de Labaka, con la hermana Inés, con otros cristianos y cristianas que le acompañaron. Le hicieron de Aguarico y aceptó. Se dejó poner la mitras y los capisayos de ritual, cuando estaba en la sede de “criollos” semiblancos, en la catedral. Pero después, como había hecho antes, iba como obispo para pasar grandes temporadas con los diversos grupos étnicos, desnudándose con ellos, simplemente para estar, para aprender, para compartir.

Dejó la mitra en el camino, con el báculo rico

Dejó las botas y los fuertes pantalones

Dejó el breviario y la misa… Dejó todo, para vivir como indígena con los indígenas…

((Nota. Aquí venían mis conversaciones con mi madre: ¿Pero llevaría algo puesto, no? Yo le decía que pienso que sí, que llevaría un taparrabos… Mi madre seguía: ¡Pero es obligatorio rezar el breviario! Y mi tío, el fraile duro y amabílisimo, de la dura guerra, le decía: Carmen, si estás con los indígenas tienes que rezar con ellos, sus oraciones de la mañana, de la tarde)).

NO CONVIRTIÓ A LOS INDIOS, LOS INDIOS LE CONVIRTIERON A ÉL

No convirtió, no bautizó a ninguno, ni se lo propuso. Simplemente quiso vivir, aprender… Y de tal forma aprendió que ellos, los de un grupo tribal de Aguarico, le “bautizaron”: es decir, le aceptaron como hijo y hermano de la etnia, obispo “pagano”. Esta fue su mayor “conversión”…. Sólo después, más adelante, pasados los años, podría él también ofrecer su testimonio de persona, su evangelio….

HASTA QUE LLEGARON LAS PETROLERAS

Iba por buen camino A. Labaka, el obispo desnudo, y algunos otros cristianos, como la hermana Inés… aunque había por entonces (y hay todavía) un grupo de guerreros Tagaerí con los que no había entrado en contacto, que no querían relacionarse con el hombre blanco, destructor de su selva.

Llegaron las compañías petrolíferas y se encendió de rumores y luchas la selva. Labaka quiso actuar como mediador. Era obispo y tenía como tal mucho prestigio en Ecuador (país católico)… Se había hecho “indígena” y tenía capacidad de dialogar con los indígenas, aunque no con todos… Estaba en su sede cuando se encendió la selva y pidió que le llevaran, para hablar, para mediar, para salvar a los indígenas…

La hermana Inés fue con él

Fue con él en helicóptero, y les bajaron a un claro del bosque, con cuerdas… sin más armas que su corazón, sin más defensa que su fe en la vida de los hombres, en el Dios de todos los hombres.

Por lo que leí entonces, el helicóptero que les llevaba les dejo en un lugar de cruce de etnias y grupos enfrentados, y después se perdió y no pudo volver para ver lo que pasaba. Lo cierto es que Labaka e Inés Arango, signo de pura humanidad, signos de un Cristo encarnado, quedaron solos en la selva (sin más tesoro que su humanidad), esperando encontrar a los indígenas, para sentarse con ellos y hablar, hablar de humanidad. Pero llegó hasta ellos un grupo de guerreros Tagaeri, que no querían saber nada de invasores petroleros, ni de blancos enemigos… y simplemente, como es normal, les mataron ritualmente, con sus lanzas.

Así acaba, así empieza la historia de Inés Arango y de Alejandro Labaka. Seguiré hablando de ella porque tengo muchos apuntes del viejo libro (aunque no el libro; si alguien lo conoce me lo dice, no lo encuentro en internet… y mi buena madre regaló los dos ejemplares que tuve).

Seguiré hablando del tema en los próximos, porque ésta es la Iglesia más honda del siglo XX. Quiero hacer de nuevo un camino, antes de morir, un camino que me lleve de Beizama al río Aguarico, si es todavía posible. Hablaremos de ellos.

Mártires de la caridad por sus hermanos los indígenas

Siervos de Dios
Alejandro Labaka, Obispo,
e
Inés Arango, Virgen,

Mártires de la caridad por sus hermanos los indígenas
(21 julio 1987)


El día 21 de julio de 1987 fueron alanceados en la selva amazónica ecuatoriana Alejandro Labaka Ugarte (nacido en Beizama, Guipúzcoa, 1920), e Inés Arango Velásquez (nacida en Medellín, Colombia, 1937), los dos, misioneros de vocación, que fueron a los “pueblos escondidos”, todavía no contactados con nuestra civilización, “propter Evangelium” (“por el Evangelio”, así había escrito años atrás Mons. Labaka a Pablo VI). Querían llevar, en definitiva, el amor de Dios, que es: dignidad humana, promoción, revelación.

Al descender del helicóptero para entrar en la jungla, el Obispo se despojó de toda su ropa, mas no quedó “desnudo”, sino que, al estilo de los indígenas, llevaba el “cumi” de los varones; la misionera se descalzó y recogió su velo de consagrada en el bolsillo de su hábito-bata, dispuesta a servir con las mujeres.
18 lanzas guerreras, de más de tres metros, cosieron a la tierra el cuerpo del Obispo, cerca del bohío; con tres lanzas derribaron a la hermana junto a la puerta de la casa, atravesándole el cuello y el corazón. El Obispo tenía en su lema: “semina Verbi” (las semillas del Verbo, San Justino, Concilio Vaticano II).

Todos y cada uno de los Obispos del Ecuador firmaron en su día la petición de que se introdujera la Causa de canonización de estos testigos que representan una “nueva evangelización”. Así se hizo y son Siervos de Dios. Rescatados sus cuerpos, fueron sepultados en la Capilla-Catedral (techumbre de cinc) de la Iglesia santa de Aguarico (Ecuador).

En el Año Santo de la Redención (2000) se celebró ante el Coliseo Romano la memoria de los Testigos de la Fe del siglo XX, y se fueron escogiendo ejemplares significados de esa “Nube de Testigos” (Hb 12,1). Como representantes del grupo VII, “Cristianos que han dado su vida por amor de Cristo y de los hermanos en América”, se escogió a Alejandro e Inés, refiriendo su testimonio, y al “obispo Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Misionero Javeriano de Yarumal (Colombia), secuestrado por un grupo de guerrilleros, asesinado el 2 de octubre de 1989”. Se encendió la lámpara correspondiente y el Papa Juan Pablo II pronunció esta oración:

“Acuérdate, Padre de los pobres y de los marginados, de todos los que han dado testimonio de la verdad y de la caridad del Evangelio en América, hasta entregar el don de su propia vida: pastores celosos como el inolvidable arzobispo Óscar Romero, asesinado en el altar durante la celebración del sacrificio eucarístico, sacerdotes generosos, catequistas hombres y mujeres valientes, religiosos y religiosas fieles a su consagración, laicos comprometidos en el servicio de la paz y de la justicia, testigos de la fraternidad sin fronteras. Todos ellos han hecho resplandecer la bienaventuranza de los que tienen hambre y sed de justicia. Que sean saciados con la visión de tu rostro y que sean para nosotros testigos de la esperanza”.


La sangre de los mártires es gracia
(En espera del Día de la Glorificación
de Alejandro Labaka, Obispo y Mártir, y de Inés Arango, Virgen y Mártir)


La sangre de los mártires es gracia
que Dios ternura ha dado a nuestra Iglesia;
el Mártir del Calvario, Cristo vivo,
irradia así su amor y su belleza.

Loado mi Señor, por Alejandro,
tu Obispo, tu sonrisa y tu presencia;
y por Inés, tu Virgen consagrada,
llamada a ser valiente misionera.

Quisieron dar tu voz a los sin voz,
quisieron ser amor de toda entrega;
y Tú acogiste lo que Tú inspiraste:
su riesgo y muerte, flor de nuestra selva.

Los dos hicieron juntos el camino
de Encarnación amante sin violencia;
y hallaron las semillas que buscaban:
Jesús amaneciendo en esta tierra.

Que somos hijos ellos anunciaban,
que es Dios nuestra familia verdadera:
que tierra y pan el Padre nos ha dado,
que ser hermanos es nuestra tarea.

¡Honor y gloria a Ti, el Primogénito,
amor que todo amor desencadena;
honor y gratitud, Jesús amado:
en medio de nosotros vive y reina! Amén.

P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

Nota. Como es sabido, no se puede dar culto a ningún santo o santa que no ha sido declarado como tal por la Iglesia; pero “privadamente” nos podemos encomendar a ellos y públicamente podemos pedir su glorificación. Para una información exhaustiva: RUFINO MARÍA GRÁNDEZ: Vida y martirio del Obispo Alejandro Labaka y de la Hermana Inés Arango. Ediciones Cicame. Vicariato Apostólico de Aguarico (Ecuador) 2009. 669 pp. + 12 pp. de fotos, 1313 notas. / Popular para jóvenes: ISABEL VALDIZÁN, Barro y vasija en la selva herida. Biografia de la Hna. Ines Arango. Cicame 2008). Desde hace unos años se celebra del 9 al 21 de julio la “Caminata con Alejandro e Inés”, recorriendo la selva en oración y coloquio en defensa de los derechos de los indígenas (Véase en Internet: Caminata)..

Crónica Waorani

Son las notas personales de Alejandro Labaka. Aquí se encuentran sus vivencias misioneras más importantes. Él las redactaba después de cada viaje. Estos escritos los inició para compartir con sus hermanos. Algunos se encuentran publicados en el OPI. Leer ¿CÓMO NACE “CRÓNICA HUAORANI”?

Blog

Copyright © 2012 Mons. Alejandro Labaka, OFMCap All rights reserved.
Gestionado por Néstor Wer .