Cristo en todo

Crónica de una muerto cuestionante

Desde el 21 de junio de 1987 en que me enteré de lo muerte de monseñor Labaka me quedé sumamente intrigado por conocer les causas de este hecho tan doloroso, pues parecía que se quería echar tierra encima paro tapar lo verdad. De hecho, las agencias Internacionales la han silenciado...

Recientemente he tenido ocasión de pasar algo más de una semana en Coca, sede central del Vicariato, al fondo norte de la selva ecuatoriano, loteada y "vendida" a empresas petroleras. Allá he podido dialogar largamente con testigos directos de lo sucedido. En aquel ambiente, dolorido y esperanzado, he buscado con ansias el mensaje de la muerte de Alejandro Labaka, capuchino, que llevaba cerco de 25 años trabajando como misionero entre los huaorani, conocidos generalmente como aucas. En su actividad de obispo, desde hacía tres años, había seguido dando prioridad a este mismo trabajo.

A través de esos largos años se fue introduciendo poco o poco entre los aucas, siempre con inmenso respeto y cariño hacia ellos. Aprendió a vestir, a comer, a vivir como ellos... Supo hablar el huao. Y esta amistad llegó a tal grado, que un matrimonio de ellos lo acogió como hijo adoptivo. He conocido en Coca a su padre adoptivo, Inihua, con el que he podido conversar un poco gracias a la ayuda de una misionera laurita.

Alejandro llegó a ser conocido y querido por todos los grupos huaorani; todos, menos uno: los tagairi, tribu irreductible, que jamás había aceptado lo intromisión de nadie en su territorio, aunque poco a poco se había visto obligada e encogerse, como tigre acorralado, en un espacio de selva cada vez menor. Sus relaciones eran hoscas hasta con las otras tribus huaorani. Pero justamente por estas circunstancias, el corazón misionero de Alejandro se obsesionaba con detectar en medio de aquella selva intrincada a los tagairi, y poder ser aceptado entre ellos, tal como lo había conseguido ya con sus otros hermanos. Por ello se consiguió un fondo económico con el que poder alquiler de vez en cuando un helicóptero paro poder localizarlos. Después de dos años de búsqueda, acababa de conseguir dar con ellos.

Impresiona echar un vistazo sobre su correspondencia en los últimos meses de su vida. Compañías petroleras, instituciones y gobierno son asaeteados de continuo en defensa de la vida y la cultura de los pueblos amazónicos. "Volvemos a reiterar nuestras reclamaciones en favor de estos pueblos minoritarios en peligro de extinción solicitando que se respeten sus derechos humanos”, escribe a un organismo del gobierno en febrero de este año. "Que los organismos pertinentes del estado respeten los derechos humanos de los pueblos étnicos, reliquias sagradas de nuestra amazonía”, insiste en carta del 30 de abril.

Problema especial se desató cuando la compañía petrolera brasileño BRASPETRO, que había adquirido el lote número 17, lugar en el que viven los tagairi, decide comenzar su trabajo en la zona. La premura de la compañía acicatea aún más el viejo deseo de monseñor de entrar cuanto antes entre ellos. Teme por lo vida de esos indígenas tan largamente buscados. Así se lo escuché decir a él mismo. La compañía teme entrar, y él teme que entren.

El 24 de abril monseñor escribe al Ministro de Agricultura solicitando su intervención en favor de ellos. Por dos meses proliferan los cartas al Ministerio de Recursos Naturales, a CEPE, al IERAC, a la Dirección Nacional Forestal... En junio él y la madre Inés Arango pasan varios días conviviendo con otros grupos huaorani “para mantener los lazos de amistad”.

El 10 y 11 de julio vuelan sobre lo casa tagairi descubierta poco antes, pero no encuentran a nadie. El día 17, después de arrojar unos regalos, encuentran a un grupo de ellos. Escribe Alejandro dos días después: “Encontramos hasta ocho tagairi, desnudos, que nos hacen señas de bajada. Regresamos felices con los primeros signos de buena acogida”. En un segundo vuelo del mismo día les arrojan machetes y hachas: "Todo el grupo nos saluda invitándonos a bajar”. Él había efectuado antes contactos parecidos, todos ellos terminados felizmente. Ese día redacta así su evaluación. "Todos los signos han sido muy positivos y se puede ya intentar pronto el primer contacto personal de amistad”.

Esa misma tarde participe en una reunión con altos personeros de BRASPETRO. No sabemos lo tratado en esta reunión, pues según dicen sus compañeros, monseñor no quiso informar de ello. Lo único cierto es que salió preocupado y totalmente decidido a introducirse enseguida en el territorio de los tagairi. ¿Qué sucedió? Quizás las compañías se mostraron decididas a entrar inmediatamente en dicho territorio, dispuestos a emplear métodos “convincentes” para sojuzgar a los tagairi... De hecho, algo muy grave tuvo que discutirse para que él, que era tan comunicativo en sus proyectos con los indígenas, en este caso guardase silencio.

Son conocidos los métodos sin escrúpulos que usan ciertas grandes compañías brasileñas pera entrar y apoderarse de la selva; a veces han realizado verdaderos genocidios con pueblos indígenas enteros. ¿Querían realizar algo así con los tagairi? Quizás nunca lo sabremos. Pero si éste fue el plan, es de suponer que en aquella reunión monseñor Labaka discutió con ellos, y en vista del fracaso de su palabra en defensa del pueblo indígena, resolvió poner en serio peligro su vida, como único medio de defender la vida y la cultura de los tagairi. Pensaría poder convencerlos quizás de que cambiaran de lugar. Y ciertamente tuvo que sopesar la posibilidad de su muerte, y en este caso estuvo dispuesto a entregar su vida como último recurso pare alejar a la compañía de allá.

De hecho, su decisión de entrar enseguida a los tagairi no se hizo esperar. La reunión había sido el viernes 17. Al día siguiente sobrevuela de nuevo y estudia detenidamente los planos de la zona. Para el lunes 20 a los cinco de la madrugado ya está en camino junto con la hermano Inés hacia lo base del helicóptero alquilado, pero las condiciones atmosféricas no permiten realizar el vuelo. Al día siguiente, martes 21 de junio, a los 11 de la mañana, logran descolgarse los dos en un claro del bosque, hacia el sur de Coca, a media hora de vuelo de helicóptero, entre los ríos Tigüino y Cachiyacu.

¿Qué sucedió después? El helicóptero debía haber regresado una hora después paro ver cómo se desarrollaba el encuentro; pero, según versión del piloto, se perdió en la selva y no pudo encontrar el lugar... Volvieron al día siguiente a los ocho de lo mañana. No encontraron a nadie. Sólo alcanzaron a divisor dos cadáveres delante de la casa...

En aquel silencio tenso -¿atacarían de nuevo los indígenas?- cuento el P. José Miguel Goldáraz, superior de la Misión, que el cuerpo de monseñor le pereció un altar: quince lanzas de tres metros y medio adornadas de plumas de colores le tenían clavado a la tierra; alrededor se veían huellos de haber danzado en círculo. Su rostro reflejaba una paz inmensa y en sus labios se dibujaba una sonrisa, dato que he podido verificar o través de las fotos.

Su cuerpo alanceado, clavado en esa tierra que tanto defendió, es el ara de un nuevo altar: muere por los que aún no le conocían, confundido con sus enemigos, sin esperar nada de ellos; les ofrece su vida para salvarlos. De hecho, las compañías petroleras han desistido por ahora de entrar en esa zona. ¿Era eso lo que él buscaba? Lo cierto es que su muerte es la corona de una vida de entrega hasta las últimas consecuencias en defensa de la cultura y la vida de los primeros pobladores de la selva amazónica.

Los animadores de los Comunidades Cristianas de la zona, unos cuarenta, o los que yo les estaba dando un curso bíblico, me pidieron un día que fuéremos a hacer lo oración de la mañana alrededor de la tumba de su obispo, enterrado al pie del altar mayor de la catedral. Fueron un par de horas muy cálidas. Y en aquel diálogo rebosante de fe y de amor fuimos encontrando sentido a su muerte. Monseñor quería de verdad a los indígenas, decían, y ese amor fue grande como para llevarle a dar la vida por ellos.

Sobre lo lápida habíamos puesto fotos de su cadáver sangrante, agujereado, pero lleno de paz. Alrededor de la cintura se le veía un cordón, lo único que llevaba puesto o la hora de su muerte. Era el “gumi”, ceñidor de algodón, con el que se “visten” los huaorani. Alguien leyó lo que Alejandro mismo había escrito unos diez años antes: “El misionero no tiene que esperar que lo desnuden, sino que hará mejor en adelantarse a hacerlo para dar muestras de aprecio y estima a la cultura del pueblo huaorani. Este es el primer signo de amor hacia el pueblo huaorani y su realidad concreta...” Y así había hecho él en aquel día de su muerte. Por eso alguien anotó que monseñor había muerto vestido de huaorani. Había ido a este último reducto huaorani con el corazón lleno de amor hacia ellos.

Todo esto pone sobre el tapete un grave problema. ¿Qué es prioritario, la vida de unas personas o la explotación de unos recursos naturales? Para monseñor Labaka fue de absoluta prioridad la vida de los indígenas. Por eso a él se le puede considerar con toda verdad mártir de lo defensa de la vida y la cultura indígena. Paradógicamente los indígenas, que se sienten como tigres acorralados, le matan para defender su vida y su cultura, y él muere con gusto por el mismo fin. Muere como huaorani, en defensa de los huaorani, matado por los huaorani, tenido como enemigo, confundido con sus enemigos... ¡Muere como indígena, clavado a su tierra por sus propias lanzas!

En la reflexión realizada sobre su tumba, los animadores compararon su muerte con la de Cristo. Los dos habían ofrecido su vida por personas que no le querían, pero que ellos amaban profundamente. Daban su vida para salvarlos. Esto sólo se entiende desde la fe..., fe en la dignidad humana y en el amor: fe en Cristo presente de manera especial en los más pobres.

José Luis Caravias 
(Ag 1987)

Fragmentos de Crónica Waorani (1976)

Día 12 de Agosto.

Desde ayer por la tarde estamos en la carpa con la grata visita del intérprete Huaorani, Samuel Padilla; ha venido contratado por la Compañía. La noche anterior durmió en el grupo más numeroso, diciendo a sus hermanos que manifiesten sus necesidades, ya que la Compañía está dispuesta a atenderles en la medida de lo posible y que, a cambio, no roben en las carpas. ¡Difícil misión!
Al mediodía se presentan los Aucas Huane, ya conocido, e lnihua, de unos 40 años, el más fornido de cuantos nos han visitado. Charlan muy amigablemente con Sam, aceptan los obsequios, toman la  comida v el refresco que se les ofrece y se van tranquilamente después de tres horas, sin robar, sin curiosear las pertenencias de los obreros. ¡Me parece una maravilla!
Procuro aprovechar la estadía de Sam al máximum para actualizar mi pequeño vocabulario Huaorani, basado en la publicación de nuestra revista "ETHOS" de Quito: frases de saludo y despedida y algún verbo y para informarme un poco de la vida y costumbres de los grupos Huaorani.
Sam se mostró muy complaciente conmigo, a pesar de ser la primera vez que nos veíamos y de su información anoto lo siguiente:

1)     Grupos Huaorani. En la zona que nos rodea, nacederos del Yasuní, Nashiño y Cononaco, existen tres grupos principales:

Grupo Gabaron: Compuesto por unas sesenta personas, y donde Sam había pasado la noche anterior. Gabaron es nombre de un héroe Huaorani, ya muerto.

Grupo Ñamemenoga o Ñamengono y Dicaron: Compuesto por unas treinta personas; son los más próximos a nosotros y los que  nos están visitando con más frecuencia.

Grupo Tagaeri: Este grupo está más aislado y es reacio a toda integración. Hace cosa de un mes vinieron, por la noche, a atacar al grupo de Ñamengono, alanceando a un hombre y a un niño por represalias de una muerte que habían hecho anteriormente los Ñamengonos.

Además de éstos, existen tres o cuatro grupos en el Curaray, con los que los Lingüistas Americanos de Limoncocha han tenido contactos a lo largo de unos veinte años y que parecen estar ya más civilizados. Los Aucas, en total, no pasan de ser unos quinientos.

2) La sociedad es familística: Son agrupaciones netamente familiares, en las que no existen más que autoridades familiares. Los matrimonios son también entre primos, dentro de cada familia. Existe la poligamia.

3) Situación de la mujer: La mujer no es muy considerada; las decisiones principales son tomadas por los varones.

4) Planes: Al hablar sobre el problema creado, Sam se lamenta de que nadie se haya preocupado de su raza. Me habla de las gestiones que está realizando ante las instituciones del Gobierno Nacional para conseguir que declaren una Zona de Reserva, bajo los auspicios del Ministerio de Agricultura, en concepto de "Parques Nacionales". Pero se lamenta de nuevo de la lentitud de los trámites en Quito y, sobre todo, de la incomprensión por parte del IERAC.
Al hablar de los Misioneros Lingüistas tampoco se muestra demasiado optimista, aduciendo que son extranjeros. Y, a juzgar por su informe ante la Compañía, tampoco le agradó mi presencia en la zona.

Día 13 de agosto.

Hemos madrugado mucho. Hoy toca "trasteo" a otro helipuerto, y por la mañanita está todo recogido, de manera que el helicóptero, en dos viajes, traslade todas las cosas. Entre tanto, el grupo de trabajadores ha marchado por la trocha para hacer el nuevo campamento.
Tuve ocasión de seguir hablando con Sam hasta que vino el helicóptero. Serían las diez de la mañana cuando me despedí de él que se iría al Flotel, anclado en Primavera con un grupo de científicos ingleses.
En el momento en que subí al helicóptero asomaron dos Huaorani, que se quedaron hablando con Sam.
Unos pocos minutos y aterrizamos a cinco kilómetros, con la sorpresa de que un grupo de Aucas nos estaba esperando ya. Conocí a Araba (?) con sus hijos, quien después de saludarme dio un grito y, ante el asombro de todos, salieron del escondite su mujer con una niñita en brazos y su hija mayor, de unos 16 años, con un mono chorongo en los brazos. Lo traía como regalo para el piloto, pero tenía mucho miedo al helicóptero y su padre tuvo que encargarse de la entrega.
Esta familia acampó cerca del campamento de los trabajadores y pasó prácticamente dos días aprovisionándose de todo cuanto pudieron. Me llamó poderosamente la atención el desparpajo, la naturalidad y locuacidad de estas dos mujeres, que no aparentaron tenernos demasiado miedo.
Por la tarde de ese mismo día, cuando esta familia se había ido, llegó Inihua en el preciso momento en que yo ponía a secarse al sol mi calzoncillo anatómico recién lavado; naturalmente, le gustó y se lo llevó con verdaderas muestras de satisfacción.

Día de la Asunción. Se llevaron nuestra carpa.

Por la mañana me conectan con la radio de la oficina de la Compañía en Coca y Fray Felipe me comunica que Monseñor, ante la insinuación de la Compañía, me autoriza para estar en la zona el tiempo que juzgue necesario.
Hacia la hora de siempre se nos presentan seis hombres, entre los que reconocía a Peigomo, Nampahuoe, Inihua, el "Tuerto" y Huimana. Después de las escenas habituales, y cuando se encontraban bien comidos y saturados de refrescos bien azucarados, se pusieron, con ademanes altaneros, a desmantelar la carpa para llevársela.
– ¡Jaenamai!  – suplicábamos.  – ¡No la lleven!
Nampahuoe e Inihua, más comprensivos, parecían no estar de acuerdo, pero los jóvenes no les hicieron caso y, entre gritos y risas, se la cargaron y se fueron.
Era media tarde y amenazaba tormenta. Avisamos al capataz, que envió un grupo de trabajadores para tratar de acomodarnos a todos en la media carpa que nos quedaba. Tronaba Curiosamente, caían trombas de agua y crujían los árboles medio cortados de la trocha al caer estrepitosamente. Mientras trabajábamos afanosamente para acomodarnos escuché a los trabajadores:
– Estos Aucas son hasta brujos: se llevan la carpa y para que no les sigamos hacen venir la tormenta y el aguacero.
La fiesta de la Asunción tiene muchos recuerdos gratos para mi generación capuchina. Por la noche celebramos la Santa Misa con especial unción y alegría. Entre los muchos y precipitados arreglos de la carpa, mi camastro de palos quedó resentido; a media noche no resistió mi peso y me caí aparatosamente, viéndome con los pies en alto y la cabeza en el suelo. El remedio fue sencillo: levantarme y acostarme de nuevo en postura inversa: así la cabeza estaba en alto, mientras los pies se apoyaban en el suelo. Seguía lloviendo torrencialmente.

Día 17 de agosto.

De mañanita se nos presentan los dos líderes más audaces: Peigo y el "Tuerto". A éste le he preguntado varias veces el nombre, pero se me hace el desentendido. Llega el helicóptero y nos ayudan amablemente a descargar. Son los que se encargan también de abrir todos los paquetes, dando buena cuenta del pan y galletas que el Sr. Viteri me ha mandado. De pronto oyen algo que nosotros no percibimos y nos hacen signos de que vienen otros y que escondamos las cosas. Ellos mismos ayudan al cocinero a ocultar las botas y ternos de repuesto que vienen para los obreros. Comen rápidamente, hacen un buen paquete de hamacas y mosquiteros, y salen en el preciso momento en que están llegando el grupo de jóvenes, capitaneados por Huimana.
Estos estuvieron impertinentes y molestosos como nunca: desmontaron la motosierra, fastidiaron el radio-transmisor que tuve que conectarles para que ellos mismos hablaran a Pañacocha. Era de ver al joven con el micrófono en la mano gritando:
– Dicaron, Dicaron; Ñamengono, Ñamengono; Gabaron, Gabaron... Pañacocha, cambio...

Reacción de joven Huao.

Este día quise hacer una observación sobre las reacciones de los jóvenes Huaorani. En el momento en que uno de ellos se dedicaba a abrir las latas de conserva, tirando cuan lejos podía las que por su sabor u olor no le agradaban, le eché un grito cuando tiró un tarro de "Sicafé" y le pedí que, me lo trajera. Medio refunfuñando me lo trajo y me lo tiró a la mano; pero cogió un machete y me hizo ademán de cortar la cabeza; de seguido tomó un plato de plástico de la cocina y, en mi presencia, hizo añicos el plato con el machete. ¡Pareció darme a entender que el joven huao no está dispuesto a humillarse ante nadie!


Día 18 de agosto.

Tuve la grata visita del P. José Miguel Goldáraz. Había llegado la tarde anterior y venía ilusionado con la oferta del Sr. Viteri de llevarnos al caserío de los Huaorani. Llegaba bien dispuesto a quedarse con ellos para siempre o, por lo menos, por un año entero. La gente disfrutó también mucho con su visita. Decía que quiere hechos, hechos realizados por hombres decididos y no bellos informes; por eso, es partidario de que nos metamos sin más donde los Aucas. Lo demás son "cagadicas ".
Llegó el helicóptero, pero sin plan para el vuelo hacia los Aucas. José Miguel tuvo que regresarse a Pañacocha porque tenía una reunión con sus gentes.
Monseñor me saluda personalmente desde la oficina de la Compañía en Coca y también me saludan sus sobrinos, que están de visita al Ecuador.
Hacia las tres de la tarde llega el Sr. Jorge Viteri en el helicóptero para llevarme al caserío Huao. También había lugar para el P. José Miguel; en su ausencia, el agraciado fue el capataz, Manuel Gustavo Gamboa. ¿Coincidencia?: Buen representante de nuestro primer Prefecto Apostólico, P. Miguel Gamboa, que tanto deseó la evangelización de estos grupos y organizó varias expediciones hacia esas zonas.
Desde lejos pudimos divisar la carpa robada hacía unos días y ya montada junto a una de sus casas; estaría a unos 25 kilómetros de nuestro campamento.
El grupo familiar de los Huaorani, capitaneados por Peigo y el "Tuerto", nos esperaba fuera de sus casas, haciéndonos señales para el descenso del helicóptero. La semana anterior habían trabajado afanosamente, tumbando los árboles más altos y limpiando el sitio para aterrizar, aparte de ocuparse en montar la carpa.
Cuando descendimos, los hombres estaban ya todos vestidos con las ropas robadas anteriormente y las mujeres no tuvieron reparos en acercarse a coger los obsequios, vistiéndose con lo primero que les venía a las manos.
Después de los primeros saludos, yo les decía señalando la casa:
– Oatbuba... (Quiero ver … ).
Y sin reparos de ningún género me invitaron a entrar a la casa, juntamente con el capataz, que era también muy conocido por el campamento.
La casa era larga, con dos entradas pequeñas por los costados, cubierta de hoja hasta el suelo por todos los lados; parecía ser multifamiliar, con varios fogones y hamacas; estaba oscura. Cuando penetré en ella noté cierto desconcierto de mujeres que se movían y niños que empezaron a llorar. Saludé a todos con la mayor amabilidad, pasé la vista por todo diciendo:
– Uaimo, uaimo (Bueno, bueno).
Y para no forzar las cosas opté por salir, siguiéndome el capataz.
Como la casa estaba bien oscura, casi no puedo reconstruir la imagen de su interior y de sus pertenencias.
En frente estaba montada la carpa, con las hamacas colocadas y los mosquiteros, entre los que distinguí el mío. Había un montón de botas por el suelo.
Mientras tanto, los pilotos y el Sr. Viteri se dedicaron a sacar fotografías, para las que los Huaorani no opusieron ninguna resistencia. El recibimiento fue verdaderamente amable y cortés. Nadie se empeñó en quitarnos ropas ni calzado; sólo el Sr. Viteri tuvo que ceder su camisa, a cambio de una corona. Nos hicieron obsequios, como plumas, coronas, y lo más gracioso: a cada uno nos entregaban un sobre de avión, que anteriormente habían robado de nuestro campamento. Verdaderamente solícitos se mostraron Peigomo y el "Tuerto", quien me regaló tres o cuatro hermosas plumas de huacamayo.
Estuvimos una media hora y regresamos al campamento alegres y contentos de este encuentro.

Día 21 de agosto.

Dos días pasaron los Huaorani sin venir a visitarnos. El sábado 21 asomaron de nuevo, enteramente desnudos. Este día, el más impertinente estuvo Huane: se empeñó en verme "sin misterios", tal como soy. Recuerden que es quien se llevó mi rosario. Quizás buscaba otro calzoncillo anatómico como el que se llevó Inihua, pero ya no tenía.
Como travesuras anoto que se llevaron también el alba para la Misa y mi reloj de pulsera. Esto merece explicaciones:
El reloj es llamado por los Huaorani "nanqui" (sol). Las primeras semanas fue objeto de gran curiosidad, pero no me lo quitaron. Viendo que ya se iban aficionando demasiado opté por ocultarlo, o mejor, se lo entregué al cocinero, a quien le hacía gran falta un reloj, sobre todo para la hora de la madrugada. Para cumplir bien su oficio debía tener el desayuno listo para las seis y media y para ello había de madrugar. Sin reloj no atinaba la
hora, y tanto tanto madrugaba que en una ocasión se levantó a las doce de la noche. Contento estaba con mi reloj.
Pero este día nos sorprendió la llegada de los "amigos" en el momento en que estábamos limpiando unas lentejas. Huane revisó mis bolsillos y luego los del cocinero, y como le encontró el reloj, se lo llevó. Simón Bolívar Gaybor, preocupado de que se perdía mi reloj, pensó que se ablandarían con súplicas y ruegos, y les siguió por el camino. Los Huaorani le esperaron como para atenderle, pero entre tres le tumbaron y le sacaron las botas puestas, como aviso para que no siguiera molestando. Descalzo y cabizbajo, regresó mi gran compañero Gaybor. Quisimos endulzar la vida tomando un café; pero también se nos habían llevado todo el azúcar.
Otra trastada de mi amigo Huane en este día: Yo vestía una camisa gris, regalo de las Hermanas Lauritas de Coca. Hasta este día no les había atraído este color, pero Huane comenzó a pedirme que le entregara la camisa. Como otras veces que me habían respetado, le dije amablemente:
– Jaenamai; aruqui  (No la lleves; tengo sólo ésta).
Parece que no le gustó mi negativa: refunfuñó unas palabras y, en un santiamén, me rompió la camisa y también la camiseta, rasgándomelas hasta el sobaco.

Días 22 y 23 de agosto.

El domingo 22 lo pasamos tranquilos, sin molestias de visitas. Por la noche celebramos la Misa.
El día 23 fue el señalado para el "trasteo" a otro nuevo helipuerto, a cinco Kilómetros hacia el Norte, alejándonos más de los caseríos Huaorani.
Mi tiempo también había terminado; sobre todo, porque se esperaba que ya no vendrían tanto los Huaorani, más que por la distancia porque había que pasar un río bastante considerable. Al mediodía me trasladó el helicóptero a Pañacocha, y al día siguiente, invitado por la Compañía, viajé a Quito en avión para exponer a Monseñor cómo estaban las cosas.
En el entretanto, el P. José Miguel se dirigía por el varadero de Pañacocha hacia el río Aguarico, con un joven guía. Pero se perdieron y regresaron, ya bien entrada la noche, después de haber experimentado una furiosa tormenta en la selva.

Sábado, 28 de agosto.

Después de unos días de "gozada" en la Procura, donde nos juntamos gran parte de los misioneros del Oriente, acompañé a Monseñor a la Misión en el carro de la Procura conducido por el P. Miguel Ángel Azcona. La carretera estuvo bastante buena, excepto en el tramo de Papallacta hasta Baeza, "apocalípticamente dañada". Cenamos en San Pedro con las Hermanas Dominicas y dormimos en el Eno. Nosotros y Alberto calvo, nuestro Diácono, atendimos las celebraciones de Shushufindi y Joya de los Sachas.

Martes, 31 de agosto.

Monseñor quería hablar con el Superior Regular y nos trasladamos en deslizador y con "motor nuevito" hasta Rocafuerte. Una parada en Pompeya para ver el museo y saludar a los PP. Juan Santos y Angelito, y otra en Pañacocha para hablar con los personeros de la Compañía CGG.
En la reunión de Nuevo Rocafuerte, Monseñor y el P. Manuel Amunárriz decidieron que podría trasladarme de nuevo a la zona auca para otra temporada. Monseñor no parece muy partidario de dejar totalmente el asunto Auca en manos de los petroleros y de los misioneros del Instituto Lingüístico de Limoncocha, sino que prefiere hacer un esfuerzo para seguir el plan trazado, contando con la colaboración que ofrece la Compañía General Geofísica de Pañacocha.

Conclusiones.

A mi juicio, anoto como positivas las siguientes conclusiones:

1) Por parte de la Compañía CGG: Convencimiento eficaz, llevado a la práctica, de que en ningún momento hemos de usar medios violentos con los Huaorani.
2) Deseo despertado en las mismas Compañías de colaborar para conseguir la integración nacional de los Huaorani.
3) Una paciencia a toda prueba de los obreros, alimentada con cierto idealismo humanitario y cristiano.
4) Por parte de los Huaorani: Contactos con otra civilización y un gran deseo de promoción. Me parece positivo que, perdiendo todo miedo, hayan venido incluso con mujeres y niños. La acogida dispensada en su caserío fue extraordinaria.

El deseo de promoción aparece en su esfuerzo para preparar el helipuerto y la colocación de la carpa imitando al Campamento.
Aunque no siempre, pero se consiguió que recibiesen los obsequios respetándose y sin atropellarse unos a otros.
Me pareció muy llamativo el sentido de orden práctico que tienen: Todas las cosas que cogían las doblaban curiosamente y hacían un paquetito bien asegurado antes de emprender el viaje de regreso a sus casas. Otra cosa muy llamativa: El sentido de propiedad particular. Desde el punto en que cada uno de ellos decía "Buto qui" (esto es mío), los demás lo respetaban con escrupulosidad admirable.
5) Por nuestra parte: Fue tan sólo apostolado de acogida paciente y amable.

¡Gua güira! ¡Que les vaya bien!

Brille más...

LA PASIÓN POR LAS MINORÍAS

Alejandro Labaka fue un hombre admirado pero, para muchos representantes de la sociedad civil y eclesiástica, un hombre que vivía en un mundo envuelto en la fantasía y no en la realidad dura y prosaica. Frecuentemente era centro de atención por sus opiniones llenas de la belleza del ideal intuido, de un mundo que pertenece más al sueño que a lo palpable, ingenuamente contemplado, sin poner atención en el lado prosaico que siempre encierra. ¡Por eso murió como murió! En el largo período de mis 25 años en la selva amazónica del Ecuador he podido escuchar expresiones que encierran esta valoración de la persona de Alejandro Labaka.

Pero, una vez más, compruebo que es difícil conocer el mundo interior de una persona si no se ha vivido con ella una larga existencia cotidiana. Es en la realidad de una prolongada convivencia donde comprobamos el mundo que habita en el interior de la persona, los motivos profundos que dirigen sus acciones, los criterios verdaderos que permiten comprender el porqué de sus palabras, juicios de valor, y criterios de conducta. Yo he experimentado a Alejandro como una riquísima personalidad, una armonía envidiable entre realismo y capacidad de soñar, entre prudencia y sentido del riesgo, capaz de discernir con un quinto sentido evangélico cómo debe ser el camino que debemos escoger en cada caso.

Siempre le atrajeron los espacios amplios, los mundos lejanos, las culturas diversas a la propia, las personas que viven la existencia humana desde experiencias y valoraciones desconocidas para nosotros. De entre esas gentes, los minusvalorados, los situados en la frontera, o fuera de ella, de la sociedad que se cree rica y poderosa. Aquellos a quienes nadie dirige su atención y que no forman parte del acerbo de valores de su propio mundo, le atraían de forma particular. No eran tanto los pobres de su entorno, sino los que viven otros mundos culturales, siendo en ellos doblemen-te marginados para el nuestro. ¡Si de él hubiera dependido siempre hubiera estado sentado a su mesa! La experiencia china, nunca olvidada, con su mundo interior tan diverso al nuestro, en el que él descubrió una profundísima sabiduría, mantuvo siem-pre viva la llama de este sueño personal. Los huaorani fueron el nuevo horizonte que le atrajo y solo en parte la sustituyó; llegó ciertamente a ocupar el rico territorio de su fantasía humana y cristiana.

Es completamente cierto que la base profunda de sus querencias se nutre del Evangelio que Alejandro vivió con especial profundidad. No era solo su talante humano, era, ante todo, su profunda captación del mensaje de Jesús hecho vida en su camino humano. La atracción que los huaorani produjeron en él no podría explicarse si la apartáramos de su visión religiosa, cultivada con esmero, que podía captarse en su fecunda acción en su favor.


Siempre me ha llamado la atención su capacidad de lucha en favor de estos grupos humanos que tanto le fascinaron. No solo capacidad, sino realismo y eficacia. Vivía con ellos y soñaba con ellos; hablaba de ellos sin poder ocultar la fascinación que le producían. Ofrecía en sus diálogos y en sus interpretaciones una cierta inge-nuidad, nacida ciertamente de su admiración. Pero, al mismo tiempo, era ante todo un luchador tenaz e inteligente; con una especial capacidad para mantener sus propias ideas ante quienes podían mejorar la vida y los derechos de “sus minorías”. Tenía una particular elegancia en el trato, un enorme respeto a los juicios y actitudes de quienes formaban parte de las fuerzas contrarias, aquellas que afectan negativamente al bienestar de estas mismas minorías. Pero no daba fácilmente su brazo a torcer. Ahí están sus escritos y sus gestiones: siempre con la sonrisa y la tozudez de quien sabe que la vida no solo es admiración y fascinación sino trabajo y defensa por el bienestar de aquellos a quienes ama.


Manuel Amunárriz

Discurso - Toma posesión como Vicario Apostólico


Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales y celestiales. (Ef 1,3).

La Iglesia de Aguarico siente profunda gratitud para con Dios y para la Iglesia Universal, hoy gloriosamente pastoreada por su Santidad el Papa Juan Pablo II, que muy próximamente nos entregará sus mejores bendiciones.

Nos sentimos verdaderamente deudores en el Señor, con Vtra, Excia. Mons.. Maximiliano Spiller y todos los misioneros de la Misión Josefina que consagraron sus mejores energías a la tarea evangelizadora en los treinta primeros años de la historia moderna de las Misiones del Napo.

Reciba Monseñor, los sentimientos de reconocimiento y gratitud al mérito de los sembradores de la semilla evangélica en esta parcela amazónica del Señor en aquellos tiempos verdaderamente difíciles y heroicos.

La Iglesia de Aguarico quiere agradecer en la misma forma a todos los Misioneros Capuchinos que, al impulso ferviente y audaz de Mons. Jesús Langarica y con la colaboración corresponsable y eficaz de las Misioneras de la Madre Laura, los Hnos. de la Doctrina Cristiana de la Salle, Misioneras de Acción Misionera Seglar, Misioneros del Sagrado Corazón, Misioneras Dominicas del Rosario, Misioneras Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, un Diácono y dos Sacerdotes Misioneros Diocesanos, laicos autóctonos comprometidos en gran número, han consagrado así mismo sus mejores energías y algunos sus vidas en holocausto a la tarea evangelizadora para instaurar el Reino de Dios en la segunda etapa de otros treinta años de Prefectura Apostólica de Aguarico.

Toda esta magnífica labor misionera, las necesidades siempre crecientes y sobre todo, la floración de seglares autóctonos comprometidos en misiones de evangelización, catequesis y promoción de su propia gente, ha sido favorablemente evaluada por la Santa Sede, la Nunciatura Apostólica, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y los Superiores Mayores de la Orden Capuchina, evaluación que ha sido acogida con gran
simpatía por el corazón apasionado de las misiones de su Santidad Juan Pablo II elevando a esta naciente Iglesia a la categoría de Vicariato Apostólico.

En estos momentos de alegría, elevamos fervientes oraciones y acciones de gracias al Señor que ha dirigido los acontecimientos y los hombres para la realización del proyecto histórico de la Iglesia de Aguarico.

Animados por la acción del Espíritu que vive entre nosotros, nos sentimos mucho más comprometidos comunitariamente para seguir creciendo en la vida eclesial, realizando la verdad en el amor y actuando en la medida de los dones de cada uno de nosotros, hechos en humilde servicio todo para todos hasta que Dios sea todo en todos. (Ef 4,15-16).

Permitidme en estos momentos Excmo. Mons. Maximiliano Spiller, depositar en vuestras manos el signo externo de nuestra gratitud hacia la Misión Josefina y a Vtra. Excia. como Fundador de Nuevo Rocafuerte y de la Prefectura A. de Aguarico en aquel girón de la Patria y hoy habéis completado vuestra misión consagrándome como Primer Vicario Apostólico de la Iglesia de Aguarico. La Leyenda dice:
MONS. MAXIMILIANO SPILLER
Y MISIÓN JOSEFINA
FLORECIÓ LA SEMILLA
IGLESIA DE AGUARICO,
9-XII-1984.

Queridos hermanos todos: al recibir en este día la plenitud del sacerdocio, quisiera abrirme en actitud de humildad y servicio hacia todos y cada uno de vosotros que constituís esta Iglesia particular de Aguarico; ésta abarca el territorio de tres cantones: Cantón Orellana, Cantón Aguarico, Cantón Shushufindi; sus gentes forman un mosaico complejo de grupos étnicos de diferentes culturas e idiomas: los Huaorani, los Sionas, los Secoyas, los Cofanes, los Shuaras, los Quichuas, colonos nativos y colonos inmigrantes, trabajadores, comerciantes, fuerzas del orden público, empleados de instituciones gubernamentales como Gobierno, Educación, Salud y otros, como también de personas dedicadas al petróleo y a la agro-industria. Os saludo a todos con sentimientos de verdadera amistad y estima y quiero deciros que cuento con cada uno de vosotros para trabajar juntos en la promoción de una nueva cultura de amor basada en la justicia; una nueva Iglesia con capacidad comunitaria de vivir el amor fraterno; una Iglesia donde seamos verdaderamente hermanos, fundamentalmente iguales, todos participando y asumiendo los servicios de todo género en favor los más pobres y entendidos como dones de Dios; con equilibrio entre las varias funciones eclesiales y de autonomía seglar.

Dios nos ha creado para ser libres por la fe y la verdad; esta nos compromete en una conversión personal y comunitaria para liberarnos de todas las esclavitudes morales de injusticia, egoísmo, odio de individuos y grupos; nos compromete a desterrar de nosotros el abuso del poder, diferencias injustas por la explotación del hombre por el hombre, mejorar los sistemas de producción, distribución y goce de bienes económicos, sociales.

En nuestra Iglesia, nacida en la confluencia de varias nacionalidades indígenas de diversas lenguas y culturas, está llamada a descubrir las semillas del Verbo, no asumidas todavía por ella.

Los grupos humanos primitivos como los Huaorani, Sionas, Secoyas, Cofanes, Quichuas, Shuaras, han tenido "maneras propias de vivir su relación con Dios y su mundo". "Su encuentro con Cristo se hace en situaciones inéditas" ofreciendo por tanto, expresiones, maneras y actitudes inéditas de vivir el Evangelio como salvación universal.

Es preciso reconocer su derecho de conservación de la propia identidad como pueblos, su derecho a establecer sistema escolar que respete y fomente sus propios idiomas y cultura; su derecho para ser amparados por las leyes justas y adecuadas para la tenencia legalizada de sus tierras y para organizarse para poder (aspirar a) ser artífices de su propia promoción económica, social y religiosa.

Es urgente, por otra parte, organizar una colonización más ordenada y adecuada, respetando los derechos de los colonos y grupos étnicos primitivos y en justo y acogedor equilibrio con las necesidades de los hermanos verdaderamente necesitados y que amparados por leyes justas vienen a formar un único pueblo y una nueva civilización de amor, basada en la justicia, participación y comunión de hermanos.

Como humilde servidor de esta Iglesia, quiero invitaros a todos a trabajar con esperanza y alegría en la formación del Reino de Dios sobre la tierra.

Y antes de terminar, permitidme saludar a mis familiares:
Felisa, Kontixita, Iñaki maite maiteak: Alaittasun aundia emandiazute, Jaunari eskerrak ematen laguntzara etorii zeratelako. Eraman nere onesti samur, bero ta sutsuenak anal ta arreba, ozaba ta izeba, lengusu ta senide, adiskide ta eritar guzientzat .. Biotz botzez, ala izan dedilla..

También mi saludo especial para mi familia Huaorani:
Buto bara, buto mempo, huaorani memorani..
Minito pomini huaimo imba; buto nani moni tobopa. Huaponi iminipá! Iñomo, Huinuni oncone, Huinuni Huaimo iminipa, amonipa! Amutamini, huaponi ina.
Hununi epene giite, mono Huinuni huiñarani imonipa - tomaanani memorani, guirinani bacandpa.Huinun hua quevi, Doroboro gote, onco-onco ate, Taparo Anameni (akevina ate, Ahuemuro Kevina ate, huaponi kevimini ana, amini.
Daikahuo anami, nani moni oina ate nani moni kena kete, memorani guirinani ate guiñenamai, tapa anamai iminipa ana, amini.
Huiñini mono Mempo ina. Tomena iteri guahuaricaate, nanki, apaica ate iñente, huaponi inandapa.

Para terminar, quuiero que me ayudéis a pedir a la Madre del Buen Pastor y Madre de la naciente Iglesia de Aguarico y Madre de sus Apóstoles:
- Que la justicia y el amor fraterno, conquistados día tras día, reine siempre en esta parcela del Señor,
- Que sean promovidos los derechos humanos de los Huaorani, Sionas, Secoyas, Shuaras, Cofanes, Quichuas y de todos los grupos de inmigrantes marginados; que la Iglesia pueda presentarles un Evangelio asequible a sus diversas culturas primitivas, así como también un Evangelio con amor ecuménico para todos nuestros hermanos en Cristo.
- En fin, que podamos ofrendar al Señor una Iglesia de Aguarico Evangelizada y Misionera.

Fr. Alejandro Labaca Ugarte

Puerto Francisco de Orellana (Coca)
9 de Diciembre de 1984.

Mensaje del Vicepostulador de la causa de Mons. Alejandro Labaka

Entrevista a Mons. Alejandro Labaka

¡RECIO Y HUMILDE ALEJANDRO!

Una de las experiencias que más me han impactado en la vida de Alejandro Labaka es su capacidad para enfrentar los problemas y dificultades conservando intactos sus valores esenciales. Seguro que a lo largo de su vida, llena de variadas responsabilidades, este hecho se podrá constatar repetidamente, pero a mí personalmente me impactó una situación concreta durante su presencia en Aguarico.

En 1969 yo me encontraba aún en España, soñando en una vida misionera irrealizable por el momento, cuando alguien me informó sobre problemas humanos existentes en la Misión. Alejandro, entonces Prefecto Apostólico, pedía a sus superiores de la Provincia, y a través de ellos a la Santa Sede, que le permitieran dejar sus responsabilidades eclesiales. Con expresiones que manifestaban profundo sufrimiento y un cierto sentimiento de culpabilidad, comunicaba que los graves problemas de armonía entre los misioneros y él mismo no desaparecerían hasta que fuera relevado de su puesto. Quien tenía estas confidencias conmigo ponderaba cuán grave debía ser la situación para que un hombre de la reciedumbre humana de Alejandro pudiera expresarse en estos términos.

Yo llegué a Aguarico en abril de 1970. Las aguas se habían calmado y Mons. Alejandro Labaca continuaba con total normalidad el ejercicio de su actividad pastoral dentro de aquella Iglesia Local. En junio de ese mismo año se nombraba un nuevo Prefecto Apostólico en la persona de Jesús Langarica, precisamente cuando Alejandro realizaba una gira pastoral por el río Aguarico, En aquellas fechas él dejaba sus responsabilidades, pero mantenía su presencia como un misionero de a pie en aquellas tierras hacia las que se sentía tan atraído. Marcharía unos meses a Norteamérica, merecido descanso que él emplearía en perfeccionar su inglés, después sería nombrado rector del Colegio de secundaría de Coca, y a los pocos años sería destinado a Nuevo Rocafuerte, donde le encontraría la llamada de la Compañía CGG, cuyo centro de operaciones estaba en Pañacocha, par iniciar, esta vez con éxito, sus primeros contactos con el mundo Huaorani.

Siempre me ha llamado poderosamente la atención esta forma de reaccionar ante la adversidad. Todos hubiéramos comprendido una salida definitiva de Aguarico, ante la problemática planteada y el cese de sus responsabilidades al frente de aquella Iglesia amazónica. Pero, no. El dejaba un puesto, porque había llegado a la conclusión que era la actitud que más beneficiaría a todos. Pero seguía ligado a los hermanos y las gentes amazónicas y quería continuar en la brecha, conviviendo con todos, en completa armonía, con total dedicación, como una persona más en el engranaje de una comunidad cristiana que trata de vivir su fe en las fronteras mismas de la vida misionera.

Alejandro puede definirse como una recia personalidad, de fuertes y sólidas convicciones, capaz de soportar el peso de decisiones que no todos tienen posibilidad de comprender, siempre tras un verdadero esfuerzo por entender los puntos de vista de quienes piensan y juzgan de otra forma los mismos hechos y las mismas situaciones. Cederá en muchas cosas, pero será firme en aquello que cree depender de forma importante de su personal responsabilidad. Daba, a veces, una falsa imagen de inflexibilidad y de cierta arrogancia. Pero tras esa fachada, era enormemente respetuoso con las personas y se sentía hermano verdadero de sus hermanos misioneros.

Este talante humano se ha mostrado de forma muy particular en su lucha por el pueblo Huaorani. Su particular manera de encarnarse en su cultura, hasta niveles que pocos pueden imitar, conservando, sin embargo, una verdadera libertad a la hora de compartir con ellos criterios y normas de conducta, indican flexibilidad y firmeza, entrega y claridad de ideas. Su permanente y constante combate a favor de los derechos de esta minoría étnica frente al poder y la soberbia de los poderes reales del país es la otra faceta de esta lucha sin cuartel. Todo con suavidad, todo con exquisita diplomacia, pero siempre con una tenacidad que pocos pueden igualar.


Manuel Amunárriz

Alejandro Labaka y Padre Pío

TAROMENANI, EL EXTERMINIO DE LOS PUEBLOS OCULTOS


Documental escrito y dirigido por Carlos Andrés Vera acerca del genocidio de los pueblos no contactados en el parque nacional Yasuní, Ecuador. Año 2007

Alejandro Labaka e Inés Arango

Crónica Waorani

Son las notas personales de Alejandro Labaka. Aquí se encuentran sus vivencias misioneras más importantes. Él las redactaba después de cada viaje. Estos escritos los inició para compartir con sus hermanos. Algunos se encuentran publicados en el OPI. Leer ¿CÓMO NACE “CRÓNICA HUAORANI”?

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